sábado, 4 de junio de 2011

Libertad

Cada tanto, los barcos se desprenden de la orilla y se desatan del caos de este mundo, para desembarcar en otro. No lo sé con certeza, pero me han contado que algunos abren sus brazos para dejarse acariciar por el viento nuevo; gritan eufóricos y ríen. No sé precisamente porqué lo hacen, pero dicen que desahoga a sus almas inquietas, encadenadas a la vida, prisioneras de su cuerpo y de sus insípidas sonrisas. Son personas desencantadas, desilusionadas, desesperanzadas: Aquellos que fueron, y ahora no son nada, más que un baúl lleno de viejos recuerdos.

Ese mundo es Libertad: así creo que se llamaba, aquella deriva de sal y de gigantescas olas de felicidad.

Desconozco todo aquello, insisto. No tengo nada que ver con ello.

Publicado en Noctambulus, el 16 de Septiembre del 2009.

3 comentarios:

  1. Me encantó :)! saludos, Bianqui :3!

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  2. que fuerte, me hiciste reflexionar... eso es un logro para alguien que escribe, luego y en conclusión, una bonita forma de ir a la deriva sería con las manos puestas en el timón

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  3. No existe más ambigüedad que el constante oleaje y el infinito espacio que nos separa del horizonte. No hay momento más placentero que sentarse en la orilla del vértigo a entregarse a la angustia de saber que jamás consistiremos en algo más que un punto distante.

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