sábado, 14 de abril de 2012

Museo

Él se giró para verla nuevamente, y la vio turbada en sus propios pensamientos.
-¿Para qué caer en laberintos innecesarios, si lo que quiero decir es bien simple? Me darás tú la razón ¿por qué no habrías de dármela? si te digo que solemos confundir el aburrimiento con la pena, la ansiedad con la excitación y la normalidad con la felicidad. Siempre confundimos nuestras percepciones del mundo, somos el ápice del subjetivismo ¿O es que acaso me dirás que eres feliz o triste todo el tiempo? No creo que tu vida siempre sea un paraíso, o todo lo contrario, para que vengas y digas cosas tan tajantes. El día a día está lleno de pequeñas sensaciones, inconscientes muchas, que llenan nuestros cuerpos de pensamientos. Somos seres sobreestimulados que queremos desahogarnos de cualquier forma, y damos gritos desesperados con tal de buscar la atención de quién nos ha negado un segundo en sus vidas. Todos queremos ser parte del espectáculo. Ser el centro de atención de alguien, y así recibir su afecto. Es el amor el que nos da la verdadera y única felicidad. Mientras estemos cerca del amor, todo será perfecto, mientras  que si nos alejamos, todo va volviéndose gris. Seguramente tú te sientes lejos. Lejos de quien sea que ames, o tan simplemente lejos de ti misma…
-Usted no me comprende. Lo que pasa es que no me gustan los museos.
- ¿Los museos? ¿Por qué habría de molestarla algo como esto? Fíjese usted que estamos en el corazón de los vestigios humanos, la bóveda que almacena la historia. Uno llega a sentirse especial en estos ambientes, tan callados y estáticos. Me llego a sentir único ¿sabe? Es hasta interesante lo cómplice que me siento entre lo que fue y lo que se es ahora. Un diálogo con la historia, con grandes personajes.
- Esto no es más que un gran cementerio. Saberes muertos. El silencio no hace más que denotar el ruido que siento dentro. Mi mente no para de pensar en que todo estos objetos deben estar cargados de energía. Más de un alma debe llorar porque han sacados a los cuerpos momificados del lugar que han sido enterrados. Me imagino la pena que deben sentir esas almas, de ver sus objetos a vista y paciencia de extraños. Imagínese cuánta historia podrían tener estas cosas.
- Esa es una mirada sumamente materialista, no creo que alguien muerto piense ya en sus cosas. Eso va en lo terrenal, y ellos ya superaron esa etapa.
- Puedes tener razón, pero no deja de darme pena. Imagínese todos esos cazadores de tesoros, llevándose las reliquias hasta los confines del mundo, destruyendo la historia de civilizaciones, pueblos o incluso familias. Los museos no son más que archivos fragmentados de información, y los lugares arqueológicos, tumbas saqueadas por hombres de ciencia. El hombre con ese afán de saberlo todo, perdió el respeto por el pasado, y no es capaz de honrarlo. Gracias al pasado, somos lo que somos, y no producto de la generación espontánea ¿Porqué, habremos entonces, de preocupamos de lo que existe? ¿De describirlo, clasificarlo y etiquetarlo? Lo movilizamos para tener un conocimiento, un saber estático. Imagínese todas las historias que debemos tener aquí, y han sido ignoradas. ¿Por qué no nos preocupamos de lo que no existe? O mejor aún, ¿de lo que suponemos, pero no lo sabemos con certeza?. Existen tantos vacíos, que son importantes, tal como los silencios en una partitura. Y los ignoramos, pensando que son simples e inútiles.
- Bueno, eso pasa en todo orden de cosas. La misma teoría nos impone conceptos para todos los hechos existentes, sin dejar espacio a la propia reflexión. Sin ir más lejos, las bibliotecas son cementerios de escritura, de gente muerta que nos habla y nos entrega sus conocimientos. Si es así, yo creo que lo que nos falta a nosotros es vida. Y la tuya, al parecer, se encuentra demasiado lejos del presente.

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